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jueves, 29 de enero de 2015

.- MIA PARA POSEER .- CAPITULO 10

PENULTIMO CAPITULO!!!

CAPITULO 10.-
—Hasta mañana, señorita Travis.
—Adiós, John.
El último alumno abandonó el aula y el silencio se adueñó de la
estancia según el ruido de pasos y el murmullo de las conversaciones se
alejaban hasta apagarse poco a poco.
Sonriente, suspiró al traer a la memoria la manera en que había
terminado el encuentro el día anterior; los recuerdos tan placenteros que
tuvo que morderse los labios para no echarse a reír como una boba
enamorada.
Todavía sentía el cuerpo dolorido por todos lados, pero cualquier
molestia quedaba eclipsada por el revoloteo de mariposas que se le había
instalado en la boca del estómago, así como el cosquilleo que la recorría de
pies a cabeza por debajo de la piel.
Cogió el borrador y se puso a limpiar el encerado al tiempo que
tarareaba por los bajito Da Ya Think I’m Sexy? sin poder evitar contonear
las caderas mientras escuchaba la letra en la cabeza. Entonces, lo mandó
todo a la porra y se puso a cantar en voz alta el estribillo, mientras
continuaba borrando al ritmo de la música.
—«Si quieres mi cuerpo y crees que soy sexy, vamos, cariño, házmelo
saber…».
—Eres más que sexy, señorita Travis.
¡Jesús! Ahogó un grito a la vez que el borrador se le caía de la mano,
estrellándose contra el suelo con un golpe seco. Aquella voz… ¡No podía
ser cierto! ¡Oh, Dios! Él estaba allí, ¡podría verlo al fin con tan sólo darse
la vuelta!, y sin embargo sentía los pies anclados como si acabaran de
echar raíces de repente.
Cerró los ojos y apoyó la frente contra la fría superficie del encerado.
Sentía el corazón latir de manera tan desbocada que tuvo que echarse la
mano al pecho y ordenarle que se sosegara antes de que le fuera a dar un
sincope.
—Tal vez deberíamos de cumplir otra de mis fantasías, gatita. —su
voz destilababuen humor—. La profesora de matemáticas sumisa,
mmmm… —según hablaba se aproximaba más y más—. Sabría darle muy
buen uso a esta regla.
¡Zas!
El sonido del impacto de la enorme regla que usaban para dibujar
figuras geométricas en el encerado la hizo respingar en el sitio y emitir un
absurdo gritito.
—Mírame, _____.
Había llegado el momento que tanto había ansiado, entonces ¿por qué
tenía miedo? Al fin iba a ponerle cara al hombre que le había arrebatado la
razón, enamorándola como nunca pensó que pudiera llegar a suceder. ¿A
cuento de qué venía ese súbito pánico?
Temblorosa, se giró con la mirada clavada en el suelo y la respiración
agitada.
—Gatita, si sigues así te desmayarás y no llevo bolsas encima para
atajar tus constantes hiperventilaciones.
Quiso reír por lo ridículo de su reacción, pero no fue capaz. En vez de
eso, de su garganta surgió un extraño sonido que la mortificó.
—Mírame.
Había usado esa voz que siempre le hacía sentir deliciosos escalofríos
recorriéndole la espalda, la voz que la exhortaba a obedecer. Y así lo hizo.
Despegó la mirada del suelo y la clavó en él.
—No puede ser.
—Hola, _____.
Las rodillas le temblaron como si se hubieran convertido en gelatina y
no le quedó más remedio que apoyarse en el encerado mientras lo
observaba de arriba abajo, sin poder creer lo que veían sus ojos.
En ese instante estaba petrificada, azorada y muy, muy cabreada.
—T-tú… —tartamudeó mientras empezaba a verlo todo rojo—. ¡Tú!
Se agachó con rapidez, recogió el borrador que se le había caído a
causa de la impresión y lo lanzó contra él con todas sus fuerzas.
—¡Tom Kaulitz, eres un maldito bastardo!

No era tonto. No había esperado que fuera a reaccionar bien cuando se
enterara de quién era en realidad, pero aquel estallido de furia era…
indescriptible. Jamás la había visto así.
El grito de rabia que emitió cuando le tiró el borrador a la cabeza no
tenía nada que enviar al de un Sioux, como tampoco la puntería de la que
hacía gala su dulce gatita. Aunque en ese momento no tuviera nada de
dulce, sino que más bien parecía una gata rabiosa dispuesta a arañarle la
cara con sus afiladas uñas.
Esquivó el primer proyectil con un rápido giro de cintura y notó como
le pasaba rozando la oreja, pero la cosa no quedó ahí. Ah, no. Al momento
le comenzaron a llover toda clase de objetos; desde sus zapatos de tacón
hasta los bolígrafos, pasando por las tizas y el bolso, que se estrelló con un
estruendo tal que le hizo pensar si, por un casual, no habría en su interior
un ladrillo como método de defensa contra los agresores.
Justo cuando parecía que empezaba a quedarse sin munición, ambos
repararon en la grapadora que había en la esquina de la mesa más cercana a
él.
—Hazme caso —le dijo mientras se acercaba con lentitud—. No
quieres hacerlo, ____. Porque si me tiras eso, te juro que te pondré sobre
mis rodillas aquí mismo y te azotaré el trasero sin piedad.
Ella estaba tan tensa como la cuerda de un arco segundos antes de
disparar una flecha pero, ante la mención del castigo, se aflojó un poco y lo
observó con una mezcla de anhelo, miedo y profundo cabreo.
—Te libras porque es propiedad del instituto y no puedo dañar el
material escolar —masculló a la vez que lo apuntaba con el índice—, que
si no… Te graparía las pelotas a la mesa.
—Menudo lenguaje, gatita —chasqueó la lengua—. Una profesora
debe de dar ejemplo.
—Vete a la mierda, cabrón.
No pudo evitarlo. Se echó a reír con estruendosas carcajadas, que tuvo
que sofocar en el momento en que ella perdió los estribos y procedió a
abalanzarse en pos de la grapadora.
—¡Quieta!
____ frenó de golpe, su lado sumiso tomando el control de la
situación, y se quedó muy quieta en el sitio, dedicándole miradas asesinas
al tiempo que respiraba aceleradamente y cerraba las manos en apretados
puños a los costados.
Aquello iba a ser peor de lo que había supuesto, pensó a la vez que se
pasaba la mano por el pelo con un suspiro cansado, todo su buen humor
evaporado en el aire.
Había supuesto que se enfadaría, sí, pero no que montaría en cólera de
semejante manera. Así que otra vez había subestimado el explosivo
temperamento de su gatita. ¡Genial!
Uno.
—No —sus labios temblaron al protestar—. No puedes hacerme esto.
Uno —repitió con severidad.
Se rindió con un quejido y procedió a sentarse en los talones, con las
piernas separadas, a la vez que colocaba las palmas hacia arriba sobre
ellas.
Con el movimiento, la falda se deslizó más allá de la parte superior de
las rodillas, mostrándole una buena porción de los suculentos muslos. Echó
una mirada apreciativa desde su privilegiada altura a través del escote de la
blusa azul claro y se deleitó en la visión de los llenos pechos
estremeciéndose con cada respiración.
—No es justo —sollozó ella con la mirada en el suelo.
—¿Por qué, gatita? —murmuró mientras cerraba al fin la corta
distancia que los separaba y le acariciaba la despejada nuca con ternura.
—Has… Jugaste conmigo desde el principio. —Se estremecía de
rabia bajo su contacto, pero no se apartó ni amagó con hacerlo en ningún
momento—. Te has burlado de mí de un modo cruel y ¿para qué? ¿Para
demostrarte que podías dominarme? ¿Para satisfacer tu desmedido ego de
Dom? —hablaba entre hipidos enfurruñados, sin dirigirle la mirada—.
Pues bien, espero que estés orgulloso, Señor —la manera en que lo dijo fue
como una puñalada—. Me humillaste y me sometiste. Buen trabajo,
Tom.
Con un gruñido, se agachó frente a ella y la tomó por los brazos
mientras la obligaba a enderezar la espalda y clavar los ojos en los suyos.
Mierda, estaba llorando. Realmente había confundido sus intenciones.
Y todo había sido por su culpa, por ser tan estúpido y tan engreído al
pensar que aquel plan no podía salir mal. O al menos, no tanto como
parecía ahora.
La atrajo contra su torso y le permitió que manifestara su enfado
revolviéndose entre sus brazos y golpeándolo con los puños al tiempo que
lo insultaba y daba rienda suelta a las lágrimas.
—Me mataría antes de hacerte daño, ¿es que no te das cuenta? —
musitó cuando se hubo calmado, ciñéndola más fuerte—. No has entendido
por qué tuve que hacerlo así, ¿verdad?
—¡Suéltame!
—No hasta que me escuches, ____. No hasta que entiendas que este
era el único modo que me dejaste para demostrarte lo que soy, para volver
a enamorarte. —La agarró por la nuca e hizo que afrontara su atormentada
mirada dorada junto con la verdad—. ¿Qué habría sucedido si el primer día
te hubiera dejado saber quién era?
La respuesta a aquella pregunta penetró a través de la densa niebla de su
enfado.
¿Que qué habría sucedido? Pues que probablemente se habría alejado
de él. Otra vez. Quita el probablemente. Lo habría hecho. Punto.
Ella seguía siendo demasiado mayor para un hombre tan joven como
Tom. Tenía treinta y siete años, unas experiencias amorosas terribles que
la lastraban y, como guinda, sus años fértiles empezaban a declinar
lentamente, aproximándose a su fin. Y él era… Joven, brillante, vibrante,
insaciable. Y se merecía una mujer que estuviera a la altura, una bonita y
joven que pudiera darle montañas de cachorros. Y esa mujer no era ella,
una cuarentona en ciernes.
¿Y qué pensarían los demás si se embarcara con él en una relación
abierta? ¡Oh, Dios mío! Sus padres se morirían de la impresión si llegara a
casa con un lobo siete años más joven que ella.
—Está bien. Ya que tú no te atreves a admitirlo en voz alta, tendré que
hacerlo por ti. —Se acercó tanto a su cara que se rozaron con la punta de la
nariz—. Habrías salido corriendo otra vez, gatita. Despavorida por culpa de
toda esa mierda de oh-es-más-joven y el blablablá de la gente.
—No es mierda, es la realidad —le contestó indignada—. ¿Qué tienes,
treinta? Yo estoy a un paso de los cuarenta, Tom. Demasiado mayor para ti.
Le enmarcó el rostro con las manos y la miró de un modo tan intenso
que empezó a derretirse como el hielo en primavera. Ay, Dios… ¿Por qué
se sentía tan desnuda bajo el escrutinio de esos increíbles ojos salvajes?
Ojos que penetraban en ella hasta el centro mismo de su ser y amenazaban
con convertirla en un charco balbuceante de un momento para otro.
—Eres perfecta para mí, gatita. Siempre lo fuiste y siempre lo serás.
Desde el primer momento en que mis ojos se posaron en ti hace doce años.
—La besó en la sien con aquellos labios calientes que rozaban su piel
como si fueran alas de mariposa—. Mi compañera, mi amor. Sólo tú,
_____. Siempre.
—Por favor… —rogó.
Las palabras laceraban demasiado, los besos quemaban demasiado.
Bajó los parpados y pensó que, de seguir así, no podría soportarlo más. Era
una tortura peor que cualquier otro castigo físico que pudieran infligirle.
—¿Qué ha cambiado, dime? ¿Qué hay de distinto en mí del hombre
sin rostro al cual te rendiste y del que te enamoraste?
Abrió los ojos como platos y emitió un sonido estrangulado. ¡Lo
sabía! Ese condenado lobo se había dado cuenta de lo que sentía por él.
—Siete años no son nada, _____. Ni diez, ni veinte. No cuando tú me
amas y yo te amo. —Le rozó la nariz con la suya, como si fueran
esquimales. Era tan insoportablemente tierno que hacía sangrar su corazón
—. ¿Puedes imaginarte lo que ha supuesto para mí conocerte y no poder
estar a tu lado, saber que había encontrado a mi compañera pero que esta
me rechazaba? Lo he sufrido durante más de una década, gatita, y era como
estar muerto en vida. De hecho, intenté terminar con todo cuando supe que
estabas comprometida —había amargura en su voz—. Busqué un modo
enrevesado de poner fin a mis días mientras hacía algo de provecho por los
demás, como prestar un servicio a mi país.
Hizo un rápido cálculo mental. ¡Oh, Dios!, eso había sido cuatro años
atrás. ¿Tanto tiempo?
—Oh, Tom…
No podía imaginarse lo que tuvo que haber pasado por su cabeza para
tomar una decisión tan loca y suicida. ¡Por ella!
Todo era demasiado demencial como para seguir escuchando una
palabra más. Las emociones la oprimían hasta casi robarle la capacidad de
pensar, de continuar respirando. ¡Necesitaba salir de allí!
—Estás pensando demasiado, gatita.
—Para de hacer eso, para de leerme como si estuvieras en mi cabeza.
—Hagamos un pacto, ____. —Se despegó un poco de ella para dejarle
algo de espacio—. Te dejaré marchar si eso es lo que quieres, pero primero
tienes que escucharme.
—Yo tengo uno mejor; me dejarás ir sin hacerlo.
—No —fue tajante—. Puede que no quieras obedecer al lobo o al
hombre, pero le harás caso a tu Señor. —La soltó y se levantó a la vez que
ponía las manos en las caderas—. Lo harás.
—Sí, S-Señor.
Y lo hizo. Le escuchó relatar esa parte de su pasado que no le había
contado a lo largo de sus citas. Se enteró de cómo había terminado en
Afganistán, de las cosas que había visto y vivido, de los hombres que
conoció y luego vio morir sin poder hacer nada por ellos. De la impotencia,
del miedo, del dolor del cuerpo y del alma. Le refirió las noches
interminables, fusil en mano, en las que ella fue lo único que le impidió
dejarse arrastrar a ese pozo oscuro en el que había visto caer a muchos. Su
luz en la oscuridad. Tan brillante y hermosa como la estrella del norte, e
igual de lejana. Y luego le contó acerca de la última emboscada, de las
explosiones y el zumbido de las balas, del sonido del impacto de la
metralla en la carne de su compañero, de las heridas en su propio cuerpo…
Y que, cuando creyó que finalmente iba a morir desangrado, se asió a su
nombre como si fuera una oración.
—Dios mío, Tom…
Realmente la quería como nadie jamás lo había hecho y, aunque
pareciera imposible, detrás del relato de esos horrores podía palpar su
inmenso amor por ella. Una pasión desmedida que podía haber sido su fin,
pero que resultó ser el ancla que lo había traído de nuevo a Woodtoken.
Vivo. Entero. Suyo.
—En el momento en que creí que la diferencia de edad no era tan
patente, intenté encontrarte. De hecho, hablé con Jeremiah, pero cuando me
dijo que te habías prometido… Toqué fondo, ____. Pensé que la vida
carecía de sentido sin ti, que nada importaba ya. —Quiso preguntarle por
qué no fue en su busca de todos modos, pero sabía la respuesta. Era
demasiado noble—. Un lobo solitario forzado a vagar a lo largo de los años
sin su compañera es la peor de las condenas, así que quise acabar con el
dolor de una vez por todas. Pero me equivoqué. Afganistán y lo que viví
allí me hicieron ver el error tan grande que había cometido al rendirme, así
que luché por salir de aquel inmundo lugar y me juré que te buscaría y te
haría mía. Prometida o no. Mía para siempre. Mía para amar, cuidar y, sí,
también someter. Porque es lo que soy, gatita, pero también lo que tú
quieres y necesitas.
Las lágrimas habían vuelto a aflorar y caían por sus mejillas mientras
se abrazaba a sí misma, temblorosa, e intentaba similar todo aquello.
—Yo… no puedo, Tom. Ni siquiera estoy segura de que merezca
que me ames así.
—No digas eso.
Hizo el ademán de acariciarla, pero rehuyó su toque. No podía. Si él la
tocaba… se derrumbaría por completo.
—Déjame ir, por favor.
Se levantó del suelo penosamente y se secó el llanto, incapaz de
afrontar la situación. Era… demasiado. Los sentimientos bullían en su
interior, imparables, y nada estaba donde debía estar y… Ni siquiera era
capaz de calmarse para pensar con claridad o de poner nombre al infierno
que se había desatado en su cabeza y en su corazón.
Lo escuchó gruñir mientras le extendía los zapatos y el bolso, pero en
sus ojos no vio enfado sino un desgarrador velo de tristeza y pérdida.
Como si ella le hubiera acabado de arrancar el alma de cuajo.
—Vete.
Aquellas solitarias cuatro letras sonaron a despedida, una más amarga
que el sabor de la cicuta.
—Yo…
—Vete, _____.
Se calzó y se colgó el bolso del hombro. Sentía que debía decir algo,
pero no encontraba las palabras adecuadas, así que se puso de puntillas al
pasar al lado de Tom y lo besó por última vez. Un suave y casi etéreo
contacto de sus labios contra la mejilla antes de abandonar el aula
silenciosamente.

Morir no podía doler tanto como aquello, pensó mientras escuchaba como
los pasos apurados de ____ se desvanecían.
Le había quedado claro que los miedos de su gatita eran más
poderosos que el amor que sentían el uno por el otro. Tanto que acababan
de destruir de un certero golpe su castillo en las nubes, su última
oportunidad de estar completo de una vez por todas.
No insistiría más. Era absurdo. Dos veces lo había intentado, dos
veces se había estrellado contra el mismo muro y en ambas había resultado
profundamente herido. Y daba igual que se lamiera las heridas, porque
estás jamás cerraban. No lo habían hecho antes, no lo harían ahora.
Permanecerían abiertas y expuestas, supurando a través de ellas un dolor
demasiado insoportable como para poder ignorarlo.
Recogió con paciencia todo lo que ella le había lanzado y lo colocó
encima de la mesa. Entonces, introdujo las manos en los bolsillos del
pantalón y se clavó las garras a través del tejido, mientras gritaba para sus
adentros y sentía como su otra mitad se retorcía de manera salvaje,
aullando con desesperación.
Estaba maldito. Tenía que ser eso. Alguien debía de haberlo
condenado a ser cruelmente torturado, porque eso era el encontrar a tu
compañera de vida y que ella no te permitiera reclamarla de manera
definitiva. Una jodida tortura.
Se tragó la rabia y tembló a la vez que abría las manos y cerraba los
dedos entorno al teléfono móvil que había metido en el bolsillo derecho,
estrujándolo de tal manera que tuvo que parar cuando escuchó el primer
crujido de la carcasa. Entonces, en un intento por calmarse, inspiró y espiró
varias veces antes de sacarlo y hacer una llamada.
—Todo ha salido mal —gruñó pasándose la mano por la cara—. No,
peor que mal. —Resopló al escuchar lo que le decía su interlocutor—. Sí,
lo sé, es sólo que… Da igual. Cuida bien de ____, ¿vale? Ahora debe de
sentirse vulnerable y… Por favor, Jeremiah, hazlo por mí ya que ella no
piensa dejarme hacerlo. Adiós.
Colgó y sus hombros se derrumbaron como si acabaran de depositar el
peso del mundo sobre ellos.
El amor dolía demasiado.

Cuando Jeremiah entró en el dormitorio, se encontró con el cuadro de la
tragedia al completo.
____ yacía bocabajo, descompuesta en llanto, y con la cabeza en el
regazo de su esposa mientras esta intentaba serenarla entre caricias y
susurros.
—Me alegro de que hayas llegado —le dijo ella con una sonrisa triste
en el preciso instante en que reparó en su presencia, apoyado contra el
marco de la puerta—. Está inconsolable y apenas logro sacarle gran cosa
en claro.
Sacudió la cabeza, pesaroso, y se acercó a la cama para frotarle la
espalda a ____ y ofrecerle un poco de consuelo a la vez que estiraba el
cuello para besar a Maggie.
—Salió mal —musitó mirando a su esposa a los ojos—. Tom me
llamó y…
—¡El hijo de los Reed! —exclamó sorprendida—. No me digas que él
era el misterioso pretendiente. Vaya, vaya… Por lo visto nuestra nenita
pescó la atención de un buen lobo. Según me contaron, está muchísimo
más guapo que cuando se fue a la universidad y, al parecer, podrido de
dinero gracias a unas inversiones que hizo después de que le dieran un
millón de dólares por algo acerca de una hipótesis de un tal Reman o
Roman…
—Riemann.
____ se irguió y se sentó en el colchón con expresión indignada. Sus
mejillas estaban arrasadas por las lágrimas y los ojos, rojos e hinchados,
eran apenas dos puñaladas en un cartón.
—Estoy aquí —hipó—, por si no os habíais dado cuenta, así que dejar
de hablar como si no estuviera presente.
—Lo siento, nenita.
Se sentó en la mecedora que estaba al lado de la cama y le extendió
los brazos para que se sentara en su regazo. Entonces, cuando la tuvo
rodeada con sus brazos, empezó a mecerse mientras le lanzaba a Maggie
una mirada de circunstancias por encima de la despeinada melena color
chocolate de ____.
—Parte de culpa ha sido mía —confesó—. Él me pidió permiso para
cortejarte, tal y como es costumbre entre los nuestros, pero me hizo
prometer que no contaría nada hasta que él me dijera lo contrario.
Le deslizó la mano por el largo cabello una y otra vez, de manera
hipnótica, hasta que ella suspiró contra su hombro, ya más calmada, a la
vez que intentaba controlar sus hipidos y sollozos. Entonces, sorbió por la
nariz tan ruidosamente que les arrancó a él y Maggie una ligera sonrisa.
—Ay, mi nenita —musitó su esposa—. El amor a veces duele.
—Nana, es que ni te imaginas lo que ha pasado.
—Cuéntanoslo —le pidió él—. Tal vez haya una solución.
Escucharon una versión resumida de toda aquella rocambolesca
historia de amor, que resultó remontarse en el tiempo hasta la época en que
Tom era un post-trans y ella hacía una sustitución temporal en el
instituto. Podía ver todas las emociones y pensamientos de su esposa
atravesando su amado rostro mientras oía de labios de su nieta el más
alocado guión de película romántica que jamás hubiera existido. Y, a pesar
de que él sabía que habían ocurrido ciertas cosas que ____ no estaba
confesando, básicamente porque su olfato era infalible y había olisqueado
en ella rastros de aroma a sexo y lobo emparejado, optó por guardarse esa
información y escuchar el final del relato.
—Pues no veo cual es el problema —espetó Maggie—. Lo amas, te
ama. Sí, no fue un buen método de cortejo eso de ocultarte su identidad,
pero, nenita, eres su compañera. Está destinado a ser.
—¿Te parece poco problema su «método» de cortejo, seducción o lo
que sea que hizo conmigo? Porque me engañó, Nana. Me hizo caer en sus
redes de nuevo como una tonta —siseó con patente enfado—. Aparte de
que es como mil años más joven que yo y que…
—La edad no importa —soltaron su esposa y él a la vez, tras lo cual
se echaron a reír por estar tan perfectamente sincronizados.
—En serio, nenita —musitó a continuación mientras le levantaba el
mentón con un dedo—. La gente puede cuchichear y decir lo que quiera,
pero al final del día lo que importa es lo que tú sientes, lo que tú piensas.
Eso y regresar a casa para estar con la persona que es el universo para ti.
Le dedicó una tierna mirada a su amorcito, que sonrió con un delicado
rubor tiñéndole las mejillas.
—Jeremiah tiene razón. Los prejuicios de la sociedad son absurdos —
aseguró Maggie tajante—. Eres siete años mayor, ¿y qué? Mejor para ti. Te
llevas en el mismo lote un hombre que te ama con locura y un lobo joven,
fogoso y muy resistente. —Guiñó el ojo al decir esto último—. Créeme, lo
sé por experiencia.
—¡Abuela! Voy a pensar que tienes un problema con el sexo.
Los tres se echaron a reír y él le limpió a ____ los restos de lágrimas.
Entonces, cayó en la cuenta de que era probable que no hubiera tenido
conocimiento de un pequeño detalle acerca de Maggie y él. Uno que tal vez
era lo que necesitaba para ver de una vez y por todas que tamañas
menudencias importaban muy poco frente al amor.
—Recuerdas todos los problemas que hubo cuando tu abuela contó
que era un lobo, ¿verdad? —Ella asintió—. Pero lo que creo que no sabes
es que tuvimos que mantener en secreto algo que pensamos que… Bueno,
digamos que sobrepasaría con mucho los límites de vuestra familia, si es
que lo primero no lo había hecho sobradamente, claro.
Rió y su esposa se unió a su hilaridad mientras intercambiaban
miradas cómplices.
—Yo no se lo dije —le aseguró ella—, pero creo que es justo
contárselo ahora.
—Haz los honores, amorcito.
—Con mucho gusto. —Le lanzó un beso, descarada—. La cuestión es,
nenita, que nos llevamos diez años.
—¡Imposible!
La mirada de estupor que les dedicó ____ fue impagable, pero lo
mejor fue cuando lo miró de arriba abajo como queriendo cerciorarse de
que lo que acaban de confesarle pudiera ser cierto.
—¡No puedes tener más de ochenta! ¡No los aparentas!
Casi se atragantó con su propia saliva al escucharle decir eso.
—¡Por el amor de Dios, no! —exclamó entre risas su esposa—. ¡Es
diez años más joven que yo!
—Ahora lo entiendo todo —masculló al tiempo que deslizaba la
mirada del uno a otro—. El gen de asaltacunas debe de ser hereditario.
—¡_____!
Ahora la que era presa de la estupefacción era Maggie. Ay, Señor…
La situación estaba resultando tragicómica.
—Bromeaba, Nana —le aseguró con una sonrisa ladina—. Pero
entiendo que en su momento no quisieras añadir más leña al fuego con
semejante «detallito». Habríamos tenido que celebrar varios funerales. Y
no me refiero a los vuestros —rió para sí—. ¡Ja! La familia con mayor
índice de infartos del país. Eso sería gracioso.
Por lo visto había heredado de su abuela algo más que los genes de
«asaltacunas», habida demostración de su oscuro sentido del humor.
Ah, Tom jamás podría aburrirse con ____ a su lado, pensó mientras
observaba a ese par de magnificas mujeres. Porque algo le decía que no
todo estaba tan perdido como parecía para ese par. Y a él le encantaban los

finales felices. Sería que se estaba volviendo un sentimental con la edad.


HOLA!!! BUENO AQUI ESTA EL PENULTIMO CAPS ... YA SABEN QUE SI MAÑANA VEO QUE ESTAN KOMPLETOS LOS COMENTARIOS, AGREGO EL FINAL ... SINO ... NO ... ASI QUE YA SABEN, 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ... ADIOS Y QUE DISFRUTEN DEL CAPS!! :))

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